Algo sobre Los Cocos

Por Olga Zanier

Teléfono. Una amiga me invita a un curso de literatura de 15 a 17 hs.  Aquí estoy; es un grupo pequeño, la profesora con su gracioso acento español nos da la bienvenida.  Comenzamos a cambiar opiniones, comentarios, de todo un poco.  Me gustó.  Después de unas clases, como la profe es nueva en el pueblo y no conoce ni sabe nada de aquí, dijo: “Olga, escribe algo sobre esta localidad, así conozco y sé algo de donde vivimos.”  Seguramente, porque ve que soy la mayor del grupo.  Sé poco de literatura; ella me guiará.
Vivo hace 86 años en este paraíso, aquí llegaron mis padres inmigrantes, el lugar los remontó al pueblito de ellos enclavado como colgado al norte de Italia, comuna del Friuli, colindando con Austria.
 Ésta, era una bellísima aldea de habitantes extranjeros sobre todo ingleses pocos lugareños, la mayoría de ingleses y franceses se hicieron casas señoriales, que en una de ellas tenemos con orgullo la biblioteca.  Estamos allí.
Todos éramos conocidos,  de compartir lo que había.  El transporte automotor era de los pudientes, el de nosotros eran caballos, burros, carros tirados con mulas y también caballos.  Pero había panadería, pastelería, almacén que tenía de todo, tienda, peluquería, fotógrafo,cine, una despensa inglesa con productos de allá, dos confiterías, tres bailables al que iban todos los hombres de traje, chaleco, corbata y las mujeres elegantes.  También un club que fue muy famoso, campeones de fútbol y basquet.  Organizaban copetines en fechas importantes, bailes a los que venían de localidades vecinas, con orquestas de la ciudad de Córdoba.  Todo el pueblo estaba ahí.  De San Marcos venían carros con uva, higos, miel, maní cascarilla, choclos, sandía, chivitos.
Lo más importante, había dos colegios ingleses; uno pago y otro subvencionado por Inglaterra.  Éste, recibía hijos o hijos de huérfanos de padres ingleses. Aquí recibían una excelente educación y luego, en Buenos Aires, les daban puestos muy buenos. Tenían un inglés perfecto.
Como no teníamos aún escuela, una maestra británica decidió darles clases a niños del pueblo. Mis dos primeras hermanas estudiaron con ella hasta que se fundó en 1923 la escuela Láinez 159, donada por nuestra benefactora Dra. Cecilia Grierson: primera médica argentina, fundadora de la Cruz Roja. Una mujer ejemplar.
Regaló la primera biblioteca de Los Cocos, un taller de carpintería todo instalado, una sala con cinco máquinas Singer con dos vecinos y dos modistas que se ofrecieron a enseñarnos.
De eso, ya nada existe; como tampoco la armonía que teníamos pudientes, inmigrantes, lugareños…  No había diferencias sociales ni económicas; era un respeto absoluto de uno hacia el otro.  El que podía, ayudaba.
Mi padre era constructor asi que estaba integrado a todos los niveles.  Su última obra fue la Iglesia Santa Teresita.
Ya mi aldea es un pueblo que cambió mucho…como la vida, que para mí sigue siendo cada día más hermosa.  La llevo en el alma, le doy gracias a Dios por haber nacido aquí y regalarme tantas cosas.
Qué nos bendiga a todos.

"Los Dos" por Natalia Spina

Edward

Cómo me gusta mirarte los ojos Dorita!  Tan oscuros y graciosos que los tenés, pocitos sin fondo, niditos de zorzales, cuevitas de cuises entre las piedras…
Te voy a preparar el jardín más lindo del pueblo.  Será pequeño, hecho a tu medida. Sentirás crecer las azules salvias por la ventana; y sabrás escuchar mis pasos cuando te corto una margarita para que la pongas en la tacita verde agua sin asa, frente a la foto de tu madre.
Te voy a marcar los caminos con rocas y piedras rosadas; llegarás por cortos atajos a sembrar semillas. Arrodillada sobre la tierra fecunda, como una madre alimentando, las sacarás una a una del bolsillo grande del  delantal negro bordado con amapolas coloradas.  El que te regaló el holandés cuando dejaste de trabajar en su casa. Treinta años de servicio. Limpiando, cocinando, lavando ropa.  Cómo te querían. Se alegraron por vos, pero les dolió que los dejaras. Sobre todo los chicos que, aunque no viven más en el pueblo, les gusta venir de vacaciones y hallar su hogar. El que vos les construiste en la cocina, alrededor de la mesa de madera tibia con masa leudando.  
 Los damascos se iban a caer del árbol del fondo pudriéndose entre las hojas o agujereados por las loras que viven en los pinos. Eso te preocupaba, te acordás? Pero yo le pedí permiso al señor y te junté tres baldes para que le preparés el dulce como todos los años. ¡Qué lindo verte cortar la fruta de a poquito, sentada en el rincón que forma la mesa junto a la ventana de nuestra cocina! El bowl de loza blanca, un poco abollado, con los damascos recién lavados, vos con el plato, cortando con el cuchillo de mango nacarado cada tapita, cada pedazo. Separás el carozo y lo guardás en la bolsita abierta que dejás apoyada de tu lado izquierdo. Algunos los metés en la olla y los mezclás con la pulpa. Es un secreto para que salga con gustito especial, no?  Ahí se ven, zambullidos; llenando de lunares las aguas naranjas del almíbar. Yo te veo los dedos, cuidadosos, buscando el lado adecuado de la fruta para cortar, de abajo hacia arriba, y me parecen los más hermosos que haya visto jamás.  Y vos no te das cuenta, ya sé, porque me decís que qué van a ser hermosos si tenés los nudillos hinchados de  lavar toda la vida con agua helada, pero yo no veo nada feo, no siento el frío.  Por eso es, que cuando estás preparando los damascos, te pido que me des la mano unos segunditos. Al entrelazar mis dedos con los tuyos puedo sentir la rugosidad de tu piel humectada frescamente, por la crema de la pulpa tierna. Y nos queda durante el día ese aroma único, un poco dulce, un poco ácido, perfectamente cálido.  Luego, yo me encargo de llenar los frascos del café que guardamos todos los inviernos y, tras apoyarles un cuadradito de papel manteca en el borde, los cierro herméticamente.
Dorita
. Cuidado  cuando entrés, con la cabeza. No te vayas a golpear como el otro día.  Es que nunca te vas a acostumbrar a mirar un poco más arriba! Ta bien que soy bajita pero tenés que enderezarte un poco, ché. Aunque yo qué te voy a decir, pobre, que te has pasado la vida trabajando en el cementerio de los ingleses, podando rosales, sacándole los yuyos a las tumbas. Si me voy a olvidar!…siempre te veía yo. Bueno, siempre que había un entierro.  Tenías once o doce años y andabas escondido atrás de tu papá, con una palita y las manos y uñas negras de tanta tierra que tocabas. Me acuerdo cuando se murió la patrona, la holandesa.  Era todo muy raro.  Mamá había estado todo el día anterior con su noche, atendiendo el parto.  Se complicó. La señora tenía el corazón enfermo y tras haber nacido con demasiado esfuerzo, un varoncito, apareció un segundo niño inesperado, que le provocó, tras una hemorragia, la muerte.  Pobrecita… Estaba tan contenta con la llegada del bebé. Ahora eran dos y estaban sin una madre que les diera de comer y les besara la cabecita, blandita y tierna como la piel de los damascos que me juntas donde el patrón.
.  En el cementerio, hacía frío.  El sepulturero, “el inglés”, estaba detrás de un molle y un niño alto, con ojos celestes, muy tristes, se asomaba tímidamente. Me llamó la atención tan rubio que eras. Tan lindo!
Luego, no te ví muchas veces más porque los que nosotros conocíamos llevaban a los finados al cementerio del frente, donde vamos los que creemos en la Santísima Virgen.  Pero, un día el cura nos vino a avisar que se había muerto tu papá. “Ese era muy buen hombre. Más de una vez nos hizo el favor de cavarnos una fosa cuando no encontrábamos al Anselmo, siempre perdido por el vicio. Vamos a ir a acompañar a su hijo, que tiene sólo quince años y no tiene a nadie con quien estar. Reciba la gracia del cura Brochero.” Y entonces, fuimos con él.
  Estabas solo, parado al lado de la montaña de tierra, con la pala en el piso. Nos acercamos. Con prudencia, luego de saludarte, el Padre rezó por el alma del inglés. Yo te veía calladito, pálido, con los labios filosos, rojos y los cachetes mojados. Se me estrujó algo adentro que no sé qué es. Y me quedé con tus ojos transparentes de tanta agua que corría por ellos.
El holandés necesitaba un chico que ayudara al jardinero. Te dieron la piecita del fondo. Yo te espiaba cuando rellenabas con abono los canteros y, esperaba que me hablaras o cuando te llevaba la ropa que mi mamá te lavaba sin que supieras y la dejaba apoyada en los troncos cortados de leña que tenías al ladito de la puerta.
Crecimos dando vueltas por la misma casa. Las rutinas, tan lindas rutinas, rebotando, saltaron tu adolescencia y la mía.  Luego, se deslizaron tranquilas en la madurez hasta que llegó una lenta y tibia vejez. Entonces, levantaste tu mirada de la tierra y espejaste lo mejor de mí con tu reflejo.  Mirándote fui bella. Ahora, parezco el gran caracol  de mar que me alcanzas por las noches al oído.  Lejos de volver a estar envuelto en arena, anacarándose cada vez más con el murmullo salado de las olas, sobrevive del destierro, confundido, entre las toallas limpias de nuestro baño, recordando y reproduciendo eternamente el canto que atesora en su interior. Adentro suyo, todo es agua y espuma.

 Como el caracol, mi mirada interior se posa en el color azul. A veces, cuando estoy afuera, llegan con los toques del sol unos veloces amarillos que  penetran en mi ceguera, volviéndome a encantar con el verde de nuestro jardín en verano, el de las langostas, el de las hojas de rùcula  fresquísimas con las que te preparaba tu ensalada favorita. 
Pero el espejo de tus cristales transparentes…Cómo voy a hacer para mirarme?
 
Dame la mano, Dorita. Dame la mano


Mi Padre


                                                             Por Olga Zanier
                                                                 (86 años)
Fidele Zanier- Fidel
Estoy narrando lo que nuestra madre nos contaba.
Papá murió cuando yo tenía nueve años (1935). Poco recuerdo de él, en aquella época la educación era distinta.
Nació en 1882 en Sofsasio,una aldea de la Comuna de Prato Cárnico, Friuli, Italia.  Estudió en unos colegios religiosos (¿sería por eso que no les tenía aprecio a los curas?). De niño aún, comenzó a trabajar en la construcción, alcanzando ladrillos, baldes de mezcla, de peón.  Un ingeniero alemán se encariñó con él, lo llevaba a su casa, lo instruía más, le enseñó su idioma, lo encaminaba en la construcción, en todo lo que a ella se refería, haciendo planos, presupuestos.  De dieciocho años, papá iba como capataz donde el ingeniero fuera.
En 1902, esa gran persona que tan importante fue en la vida de mi padre, viajó a Sud América y se radicó en Argentina, Rosario.  Papá lo lloró mucho y extrañó más.  Su agradecimiento y admiración, el gran cariño que los unía, su enseñanza de vida ejemplar, fue el aliento y empuje para seguir adelante.
Empezaron en Europa épocas difíciles en todo sentido que repercutían en todo el mundo, Sus padres, aterrorizados por el desorden, bombardeos, saqueos, persecutas a los contrarios (como su papá). Empezaban ya a citar adultos, jóvenes, niños a adiestramientos bélicos. Ellos con sus hijos y el padre marcado con angustia, inmenso dolor, decidieron enviar a sus hijos varones a América; Fidel papá y un primo destino puerto de Buenos Aires, donde finalizaba la travesía (1906), nada grata, de cinco o seis, quizás más, meses, embarcándose en cada lugar de cargamento a más jóvenes, que pasaron de todo en su viaje, dejando su patria, sus seres queridos, todo, sin saber dónde se iban a encontrar.
Juan, el hermano mayor, en otro barco a Estados Unidos, radicándose en Detroit.  Guerino y Rinaldo el mismo destino que Fidel, pero unos meses después que papá, que  parando en hospedajes de inmigrantes, les aconsejaron viajar a Córdoba, que había una colonia de friulanos (Colonia Caroya)   que los podían ayudar. 
A los primeros inmigrantes de allá, el gobierno les había dado tierras, para que hicieran sus casas y las trabajaran.  Ellos mismos albergaban sus pares que llegaban del Friuli, hasta que se podían ubicar.  Fidel, fue recibido por sus abuelos maternos que hacía años ya estaban radicados ahí.  Empezó a ver qué podía hacer. Visitó localidades vecinas, trabajando en lo que fuera.  Eligió por compañera a Margarita, hija de mis abuelos maternos, se casaron en 1911, vivieron en La Falda dos años, donde nacieron Bruna (1913) y Laura (1915).  A papá le atraía Los Cocos, que le hacía recordar su aldea lejana.  Ya había empezado a construir casas, bajo la dirección de un ingeniero, que le consiguió el certificado de constructor. Ya lo empezaron a contratar en pueblos vecinos asique se compró un terreno en este bellísimo lugar, Los Cocos, y empezó a edificar su casa.
Tenía un equipo de italianos que trabajaban para él, cada uno de su lugar, como también lugareños que algunos recuerdan.  Eran peones, albañiles, plomeros, carpinteros, contrataba estucadores, yesistas de Córdoba.  Edificó mucho.
Aquí nació Irma (1919) y en 1924, yo.  Papá sufría mucho de las piernas, brazos, espalda y era diabético.  Lo llevaron en silla de ruedas a Mar Chiquita y volvió caminando.  En aquella época la laguna tenía un fango negro muy curativo.
No se cuidaba nada a pesar de las reprimendas de mamá. Cada vez se deterioraba más y sufría mucho,  En 1935 Dios se lo llevó.  Su última construcción fue la hermosa Iglesia Santa Teresita, Patrona de Los Cocos, enclavada en la montaña, donde admiramos un paisaje inolvidable. 
Como no les tenía simpatía a los sacerdotes, no se habían casado por iglesia mis padres, ni bautizado a nosotras.  Poco antes de dejarnos, mamá dice que le dijo: “- Garita, (como él la llamaba), ahora podés bautizar a tus hijas, en la iglesia que hizo su padre”; y así fue.
Tengo vagos recuerdos de un ser que uno se quiere antes de nacer, en esos tristes momentos no entendía nada. No recuerdo haber visto el féretro, ni un entierro.  Tengo la imagen de un viejito (tenía 53 años). Siempre lo veía llegar al mediodía de traje, chaleco y sombrero; me sentaba en sus rodillas, quería que todas estuviéramos con él.  También mi hermana mayor, que se casó de quince años y la nietita de dos años que vivían al lado nuestro.  Nos hablaba en dialecto, cortaba panceta cruda ahumada, salame, queso, pan casero.  Todas comíamos contentas y nos daba traguitos de vino bueno, que hacían los hermanos de mamá en Colonia Caroya y cuya uva cosechaban.  Con el enojo de mamá, él le decía que era un tónico.
Todos los que lo conocieron dicen que era chistoso, generoso, compañero de sus empleados; pero también gritón, gruñón.  Mamá era muy callada y seria, firme.  Viuda tan joven, tuvo que hacer frente a muchas cosas, la ayudaba mucho mi cuñado, que no era mucho menor que ella.
Gracias papá. Descansa en paz. Lamento el poco tiempo que disfrutamos.

Funcionamiento del Blog

Los participantes han recibido mensaje para participar activamente. Se requiere cuenta en gmail.

Pasos a seguir -
  1. Acepte invitación siguiendo el link que trae su mensaje.
  2. Ingrese nuevamente al sitio.
  3. En la parte superior derecha observará "Nueva Entrada". Allí pulse y le aparecerá el mensaje a crear.
  4. No olvide de agregar (abajo-derecha) donde dice Etiquetas: SU NOMBRE Y APELLIDO
  5. Escriba su mensaje y al final, "Publicar Entrada".
Para incorporar su facebook como oprecia en la columna derecha necesita hacer el siguiente procedimiento:
  • Ir a su perfil de facebook.
  • A la izquierda - abajo : pulsar añade insignia a tu sitio.
  • En la "Vista Previa" -- Editar esta insignia.
  • Diseño debe estar tildado vertical y en Elementos sólamente Nombre.
  • Guardar
  • Copiar el código y enviarlo por correo (Amanda San Martín)

Buscar este blog