La llave

De Alejandra Lucca                                        
              
No  pudo distinguir la llave entre las hojas secas. Recién al estrujarlas entre sus manos, reconoció la dureza de algo metálico.
Sintió que la sangre se detenía en su cuerpo a la vez que la voz de Teresa y sus últimas palabras le resonaban en la mente;
--La llave, busca la llave, alguien me robo la llave….

Cuando abrió la mano enguantada, comprobó con estupor lo que imaginaba, una llave, sucia y húmeda, pesaba como si todos sus secretos se apilaran físicamente en ella.

El inmenso y descuidado parque, la huidiza luz de esa hora de la tarde, en que con las sombras comienzan a confundirse, se complotaron para que Sylvia fuera poseída por la necesidad imperiosa de huir, subir a su auto y escapar del lugar. Echando mano al poco dominio de si misma que le quedaba, se incorporo, guardo el objeto en un bolsillo de su tapado y se encamino a la escalinata trasera de la casa, mientras  se imaginaba cerrando ya las puertas y ventanas.
Antes de pisar el primer escalón oyó un sonido cercano a su bota que la hizo bajar la vista.
Ahí, en el piso, casi sobre su pie estaba una vez más la llave. Mágicamente salida de su bolsillo sin roturas.
Con aprensión se agacho y la tomo en sus manos, reacia a mirarla, a estudiarla, la apretó fuertemente entre sus dedos y subió rápidamente a la galería para emprender la partida.
Ya había dado instrucciones a Pastor, el jardinero de sus tíos desde siempre, para que limpiara y ordenara el parque, en especial el jardín cerrado de su tía, en el que un gran Cedro Deodara, amenazaba con caer ante el primer viento.

Ya con su auto en marcha, examinó su tapado, estaba sano, de cualquier manera, el instrumento fue a formar parte del llavero que contenía las llaves de su casa y del auto, la mañana siguiente vería de donde era esa llave. Aun así mientras su marido leía esa noche, Sylvia no pudo resistir la tentación de examinarla con detenimiento. Era una llavecita tirando a pequeña como la de una cómoda o un secreter, no era lujosa, ni producto de un artesano, mas bien vulgar, antigua pero sin nada llamativo, lo que la hacia mas misteriosa, pues evidentemente para la hermana menor de su madre, había sido vital llevarla siempre prendida a una hermosa cadena adornada con una pequeña esmeralda. Extrañamente sus hermanas y primas no la recordaban, aunque si a la piedra preciosa y la buscaban con ahínco. Agotada apagó la luz y trató de dormir, los días venideros serian de mucha labor y paciencia
Su tía Teresa, al morir, viuda y sin hijos, había legado la casona a una fundación en homenaje a Vicente, su marido muerto  25 años atrás.
Era necesario vaciar las habitaciones antes de entregar la casa y eso seria un calvario con sus dos hermanas y sus primas.
El amanecer la encontró sentada en la cocina tratando mentalmente de inventariar los muebles, Dios! A cual pertenecería esa maldita llave que ya había escapado de la argolla del llavero y daba vueltas en su mano?
Preparó los desayunos, se duchó, vistió y partió rumbo a Villa Teresa con prisa, debía encontrar el mueble en cuestión antes que sus hermanas y primas despojaran la casa. Al llegar recordó que la llave ya no estaba en el llavero del auto. Ahh! Tendría que volver a buscarla, al girar, la resolana la encandiló y al bajar el parasol, algo le golpeó suavemente el rostro. Conteniendo el aliento supo de inmediato de que se trataba, otra vez como si algo le insuflara vida propia, la llave había llegado hasta ella.
La vida de Sylvia se convirtió en un infierno, la llave  aparecía al abrir la guantera, otras veces, sus dedos la rozaban al buscar el encendedor en su cartera, al salir de la ducha, en medio del vapor, sabia que la vería sobre las toallas, esperándola paciente.
La cosa empeoraba con las mujeres de la familia que se recelaban mutuamente, ávidas como aves de rapiña, despojaban cada cuarto con mayor rapidez que la que Sylvia precisaba para probar cerraduras, lo que ya se estaba volviendo una obsesión, verla  entrar, girar y abrir algo, una puerta, un cajón, lo que sea, pero ahí quedar depositada y ya no volver a toparse con ella. Algunas veces en medio de sus intentos, le parecía oír que la llave se reía burlonamente de sus fracasos.

Antes de entregar la casa, era preciso  dar  un aspecto más prolijo y menos sombrío  al exterior. Podar y limpiar  tanta hiedra que en algunas paredes hasta tapaban las ventanas, para lo que se encontró nuevamente con jardinero, también seguía sin atención el jardín cerrado y el estanque.

--Fíjese Pastor, si es preciso contrate a alguien por el tema del cedro, todo eso lo dejo en sus manos, yo sinceramente me siento un poco agobiada con todo esto de la casa.

.—Me imagino señora Sylvia.  Estas son cosas que uno nunca quiere hacer y mas usted que era como una hija para los señores, si me parece que es hoy que las veo a usted y sus hermanas sentadas con don Vicente en las tardes de verano, mientras el les leía cuentos, recuerda que se sentaban siempre en su lugar favorito?. Pobre señor, tantos años en silla de ruedas después que ese pingo lo tirara al piso. Por suerte tenia tan buen humor, y doña Teresa que lo cuidaba a sol y sombra y..y Betty, recuerda a la enfermera Betty, ella era muy aplicada, una pena que se fuera unas semanas antes de la muerte del señor, creo que a Río Gallegos no?

Sylvia ya no oía la conversación,  el corazón había subido a su garganta al comprender que el lugar donde su tío inválido pasaba sus tardes era el mismo lugar donde había encontrado la llave por primera vez.
Como si ella misma fuera un fantasma,  balbuceo alguna frase a Pastor y entró a la casa, ya casi desierta, comenzó a revisar una a una las habitaciones en las que solo quedaban algunas cosas, otras totalmente ya vaciadas, hasta llegar al vestidor de su tía. Con algo de pena comprobó que solo quedaba el viejo y feo ropero que Teresa había destinado a su ropa de cama, claro, totalmente vacío. Se dio cuenta que el cajón inferior tenia cerradura, y si fuera esa? Recordó que la llave estaba en su cartera, en la planta baja, pero no la sorprendido encontrarla en  el bolsillo trasero de su pantalón. Probó y sí! Era de ahí. Al fin  se desharía de ella.
Abrió el cajón con cuidado y se sintió invasora al encontrar atados de cartas ocres, flores secas, el sencillo y amarillento vestido de novia, fotos de viajes, testimonios de un romance apasionado al comienzo y sereno en el correr de los años. Al álbum de bodas le hacia compañía otro casi idéntico con recortes de diarios y revistas, donde se anunciaban tanto la vida social de la pareja como los logros profesionales de Vicente y una por memorizada crónica del accidente que lo paralizaría de por vida.
En algún momento Sylvia sintió que la llave le regalaba un paseo por la vida de esos seres que habían tenido su época de esplendor, pero el dulzor de los recuerdos fue transformándose en acíbar cuando comenzaron los recortes sobre el fallecimiento de Vicente. Los diarios hablaban todos del ejemplar hombre, puntal de la sociedad, que habiendo sufrido una simple operación de apéndice, y estando internado, había  muerto súbitamente a causa de una falla cardiaca. Así de simple e inesperado. La policía no había encontrado nada sospechoso y desestimaban lo que se comentaba en susurros. :
A Vicente Garzon lo había visitado la muerte misma.
Muchas de las enfermeras habían visto esa noche una figura de  capa larga, negra y con capucha, entrar y salir de la habitación.
Momentos mas tarde, Vicente moría sin remedio.
En medio de un brutal silencio que solo contenía algún trueno lejano que preanunciaba tormenta, palpó el fondo del cajón para encontrar lo que suponía que allí descansaba, no preciso sacarla a la luz para comprender que era la capa. La capa larga, negra y con capucha. Y una jeringa con solo Dios sabe restos de qué sustancia.
El mundo terminó de derrumbarse cuando el viento colado por una ventana, levantó un papel con las iniciales conocidas, la V enlazada a la G, era una vieja carta en la que Vicente le explicaba a su esposa la necesidad de la separación, el amor que había terminado, la luz que otra mujer le regalaba…. Y entonces comprendió.
Esa noche, Teresa fue la muerte en los corredores de la clínica.

La habitación se heló, a la vez que algo sutil como una ligera tela de araña le rozó el rostro y todo se inundó de olor a tierra húmeda..
Aun congelada por el terror,  Sylvia entendió que se encontraba ante la prueba de un asesinato que ya nadie podía juzgar, ni sentenciar, ya no quedaban ni víctima ni victimario. Resolvió guardar todo en el cajón y a la mañana haría desaparecer todo aquello. Aunque le pesara el alma, guardaría el secreto como le había sido confiado. Teresa quería, en el final que ella lo supiera, --La llave, busca la llave, alguien me robo la llave…

Esa noche fue como si el mismo infierno hubiera abierto sus puertas de par en par.
La tormenta llegó trayendo vientos y rayos que no la dejaron descansar hasta entrada la madrugada. A primeras horas de la mañana cuando la tormenta ya había cesado, el timbre del teléfono la sobresaltó. Pastor le pedía que fuera urgente a la casona  pero acompañada, por su marido,  no sola.

Al llegar, la cuadra ya era un revuelo, con  la policía acordonando la casa, ellos pudieron entrar el auto hasta el fondo para ser recibidos por Pastor que salía del jardín cerrado:

__No señora, usted no vea, es muy tremendo, por favor, tantos años ahí….pobrecita.

Pero para Sylvia era inútil y tarde, ella ya caminaba hacia el viejo Cedro Deodara , que, derribado por la tormenta, había dejado al desnudo entre sus raíces lo que alguna vez fuera un cuerpo. En medio del barro y el desorden,  podía distinguir en una descarnada muñeca, un brazalete con una gran B. B de Betty y entre las falanges, crispadas como una garra la inconfundible cadena con una esmeralda ….y la llave.

En su mente agotada se confundieron su propio grito con la voz de Teresa y sus últimas palabras

__ La llave, busca la llave. Alguien me robó la llave….

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