El perro muerto

Por Alejandra Lucca

Hasta un perro puede morir en forma digna y silenciosa.
Qué pena amor, qué gran pena,
Qué justo usted eligiera morir ruidosamente.
Gritándole al mundo entero, que usted ya es un muerto.
Que macabro fue leer su aviso en el diario.
Si usted decía que amaba el secreto silencioso de sus cosas.
Si usted amor, usted susurraba en sus pequeñas muertes.
No debió gritar al morir amor, debió hacerlo en amable silencio.

Amortajado en su egoísta grito final, voy a velarlo,
Callado, es como iré a enterrarlo.
Muerto, como usted quiso estar, para siempre muerto, voy a olvidarlo.
En silencio, eternamente, maldecirlo.

Los muertos no hablan de amor, los muertos no ríen.
Gimen de noche, tal vez de soledad.
Pero usted no tuvo la elegancia de morir en silencio.
Condenado a ser mudo en su mundo ahora se queda.
Que su sombra no se me acerque nunca más amor.
Cuando el frío de su tumba lo acorrale, no me llame desde su oscuridad.
Escuche calladamente el lamento de otros muertos.
Tal vez usted, tan idiotamente muerto, quiera algún día llorar.
Pero recuerde, callados para siempre los muertos están.

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