Mi Padre


                                                             Por Olga Zanier
                                                                 (86 años)
Fidele Zanier- Fidel
Estoy narrando lo que nuestra madre nos contaba.
Papá murió cuando yo tenía nueve años (1935). Poco recuerdo de él, en aquella época la educación era distinta.
Nació en 1882 en Sofsasio,una aldea de la Comuna de Prato Cárnico, Friuli, Italia.  Estudió en unos colegios religiosos (¿sería por eso que no les tenía aprecio a los curas?). De niño aún, comenzó a trabajar en la construcción, alcanzando ladrillos, baldes de mezcla, de peón.  Un ingeniero alemán se encariñó con él, lo llevaba a su casa, lo instruía más, le enseñó su idioma, lo encaminaba en la construcción, en todo lo que a ella se refería, haciendo planos, presupuestos.  De dieciocho años, papá iba como capataz donde el ingeniero fuera.
En 1902, esa gran persona que tan importante fue en la vida de mi padre, viajó a Sud América y se radicó en Argentina, Rosario.  Papá lo lloró mucho y extrañó más.  Su agradecimiento y admiración, el gran cariño que los unía, su enseñanza de vida ejemplar, fue el aliento y empuje para seguir adelante.
Empezaron en Europa épocas difíciles en todo sentido que repercutían en todo el mundo, Sus padres, aterrorizados por el desorden, bombardeos, saqueos, persecutas a los contrarios (como su papá). Empezaban ya a citar adultos, jóvenes, niños a adiestramientos bélicos. Ellos con sus hijos y el padre marcado con angustia, inmenso dolor, decidieron enviar a sus hijos varones a América; Fidel papá y un primo destino puerto de Buenos Aires, donde finalizaba la travesía (1906), nada grata, de cinco o seis, quizás más, meses, embarcándose en cada lugar de cargamento a más jóvenes, que pasaron de todo en su viaje, dejando su patria, sus seres queridos, todo, sin saber dónde se iban a encontrar.
Juan, el hermano mayor, en otro barco a Estados Unidos, radicándose en Detroit.  Guerino y Rinaldo el mismo destino que Fidel, pero unos meses después que papá, que  parando en hospedajes de inmigrantes, les aconsejaron viajar a Córdoba, que había una colonia de friulanos (Colonia Caroya)   que los podían ayudar. 
A los primeros inmigrantes de allá, el gobierno les había dado tierras, para que hicieran sus casas y las trabajaran.  Ellos mismos albergaban sus pares que llegaban del Friuli, hasta que se podían ubicar.  Fidel, fue recibido por sus abuelos maternos que hacía años ya estaban radicados ahí.  Empezó a ver qué podía hacer. Visitó localidades vecinas, trabajando en lo que fuera.  Eligió por compañera a Margarita, hija de mis abuelos maternos, se casaron en 1911, vivieron en La Falda dos años, donde nacieron Bruna (1913) y Laura (1915).  A papá le atraía Los Cocos, que le hacía recordar su aldea lejana.  Ya había empezado a construir casas, bajo la dirección de un ingeniero, que le consiguió el certificado de constructor. Ya lo empezaron a contratar en pueblos vecinos asique se compró un terreno en este bellísimo lugar, Los Cocos, y empezó a edificar su casa.
Tenía un equipo de italianos que trabajaban para él, cada uno de su lugar, como también lugareños que algunos recuerdan.  Eran peones, albañiles, plomeros, carpinteros, contrataba estucadores, yesistas de Córdoba.  Edificó mucho.
Aquí nació Irma (1919) y en 1924, yo.  Papá sufría mucho de las piernas, brazos, espalda y era diabético.  Lo llevaron en silla de ruedas a Mar Chiquita y volvió caminando.  En aquella época la laguna tenía un fango negro muy curativo.
No se cuidaba nada a pesar de las reprimendas de mamá. Cada vez se deterioraba más y sufría mucho,  En 1935 Dios se lo llevó.  Su última construcción fue la hermosa Iglesia Santa Teresita, Patrona de Los Cocos, enclavada en la montaña, donde admiramos un paisaje inolvidable. 
Como no les tenía simpatía a los sacerdotes, no se habían casado por iglesia mis padres, ni bautizado a nosotras.  Poco antes de dejarnos, mamá dice que le dijo: “- Garita, (como él la llamaba), ahora podés bautizar a tus hijas, en la iglesia que hizo su padre”; y así fue.
Tengo vagos recuerdos de un ser que uno se quiere antes de nacer, en esos tristes momentos no entendía nada. No recuerdo haber visto el féretro, ni un entierro.  Tengo la imagen de un viejito (tenía 53 años). Siempre lo veía llegar al mediodía de traje, chaleco y sombrero; me sentaba en sus rodillas, quería que todas estuviéramos con él.  También mi hermana mayor, que se casó de quince años y la nietita de dos años que vivían al lado nuestro.  Nos hablaba en dialecto, cortaba panceta cruda ahumada, salame, queso, pan casero.  Todas comíamos contentas y nos daba traguitos de vino bueno, que hacían los hermanos de mamá en Colonia Caroya y cuya uva cosechaban.  Con el enojo de mamá, él le decía que era un tónico.
Todos los que lo conocieron dicen que era chistoso, generoso, compañero de sus empleados; pero también gritón, gruñón.  Mamá era muy callada y seria, firme.  Viuda tan joven, tuvo que hacer frente a muchas cosas, la ayudaba mucho mi cuñado, que no era mucho menor que ella.
Gracias papá. Descansa en paz. Lamento el poco tiempo que disfrutamos.

2 comentarios:

María Elena Garay dijo...

Qué hermoso recuerdo cuentas Olguita! Mi abuelo paterno vino de Italia (del norte cerca de Torino) y fundó una familia inmensa. Con sacrificio como vos cuentas del tuyo. Mi hijo mayor vive en Colonia Caroya porque le gusta, así que me siento muy identificada con tu historia. Felicitaciones con el blog.

Socio dijo...

Si no me equivoco Olga Zanier era la dueña de la Hostería que tantos veranos de alegría nos regalo! Aun conservo las cartas que se escribían con mis abuelos Carmelo Ottati y Rosita Gaudino. . Un Saludos Grande a la Familia Zanier desde Buenos Aires y desde el corazón de un niño que vivió los mejores veranos de su vida en la hermosa Hostería Zanier

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